Remedios

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Por culpa de esos raros procesos químicos del cerebro soy muy propenso a la ansiedad matinal; una inquietud que empieza a insinuarse poco después del desayuno, que puede no tener motivo, o adherirse a cualquier precupación o incertidumbre para alimentarse parásitamente de ellos y a la vez agravarlos. Mi remedio es ponerme en movimiento: salir a la calle, sobre todo; hacer un trabajo que me saque de mí mismo, no la escritura. La acción mata la congoja, dice Elvira. Y Dickens, que se apaciguaba la angustia con tremendas caminatas por Londres, escribió: “My only comfort is in motion”. Virginia Woolf también se echaba a andar cuando la rozaba la angustia. Ella no pudo escapar.

El remedio para los días de temporal de nieve es cocinar un potaje. La nieve y el viento convierten la casa en un refugio que al cabo de muchas horas, por culpa del exceso americano de la calefacción, tiene un punto de claustrofobia. Pero la acción mata la congoja. Tenía ayer unas judías pintas de Tolosa, que había comprado en mi tienda favorita, en Fairway. Puse la radio pública y mientras escuchaba buenos reportajes y entrevistas y boletines urgentes sobre la acumulación de nieve fui preparando la comida. No hay tarea manual absorbente que no sea terapeútica. En la olla las judías empezaban a soltar su caldo mantecoso mientras yo preparaba un ligero sofrito. Por la ventana de la cocina se veía caer una nieve muy tupida sobre los muros traseros y los patios interiores. En otras ventanas había luces encendidas igual que en la mía, gente que tampoco había salido.

Los sabores  de la cocina son uno de los mejores refugios en el invierno inhóspito. En el rellano de la escalera de un edificio del Upper West hay un olor español a potaje de judías.